El dueño de la pelota



¿Quién es el dueño de la pelota?

Isidro Rodríguez Silva

Cierto día en que impartía su taller de narrativa, allá en la Universidad Centroamericana en Managua, el maestro Lisandro Chávez Alfaro, sabio en el narrar, decía que la narrativa era en una alegoría como el boxeo. En la novela te llevas el round que vos querrás, pero en el cuento obligadamente tienes que noquear, esto debe entenderse como noquear al lector. Es precisamente lo que hace Juan Sobalvarro en El dueño de la pelota , un nocaut con malicia y juego narrativo.
Juan Sobalvarro se presenta, dentro de la actual narrativa nacional, como un escritor en una plenitud de experimentación y originalidad, de un pensamiento que fluye de una realidad social despedazada, desposeída de sí misma, o perdida en su laberinto interior, a una fluctuación de una conciencia narrativa.
Sobalvarro no es un narrador omnisciente, como en sus narraciones Agenda del desempleado (2007), o protagonista como en su libro Perra vida (2006); todo lo contrario, en El dueño de la pelota , los personajes en cada uno de sus cuentos, nacen a la vida textual en un empoderamiento entre realidad y ficción, entre ser y no ser, en vivir espacios perversos, donde el mismo autor se pierde, surge, habla, incrustado en la vida misma de sus acciones y sus relaciones.
Se percibe en todos los cuentos, unas atmósferas de vidas fragmentadas, en pedazos, que infiere en la calidad de la percepción del mundo. Esta fragmentación en la conciencia y el pensamiento es una ilusión, que crea conflicto producto de la crisis social. Los personajes están embadurnados con la malicia del autor, este juega con sus vidas, los arrincona, los encajona, los orilla en el juego del poder.
En El dueño de la pelota , que le da nombre al libro, Javier es el dueño no solo de la pelota de futbol, sino también del juego y de cada uno de los que participan en él: “Rápidamente se armó la perrera. El título inherente de Javier le permitía describir el juego, dictar sus reglas, armar su equipo y casi en todas las ocasiones predecir a los triunfadores”.
El juego del futbol es convertido en una hipérbole del poder y de la justicia: “Cuando la jugada era reñida le cedíamos a Javier el poder salomónico de la justicia, discutir su decisión podía terminar con el juego porque ya dije que Javier era el dueño, propietario y potentado de la pelota”. La pelota se convierte en un símbolo, en una preponderancia y prestancia de quien es dueño de todo. Alrededor de Javier se circundan personajes sumisos, mansos, pero sobre todo resignados.
Juan Sobalvarro cambia el lenguaje narrativo, lo hace florecer en metáforas e imágenes perceptivas de un mundo en descomposición, sexuado y alcoholizados: “Tornada bruscamente hacia su propia risa, sintió como la lampaceaba aquel eufórico sudor del cuerpo. Un cuerpo más, cuerpo de siempre, el mismo para lo de siempre, para el mismo vacío, callejón sin salida, vagina sin salida, corazón sin salida”.
Leer El dueño de la pelota, de Juan Sobalvarro, es compartir como lector, en una conversación con el autor, una madurez plena de conciencia narrativa, en juego constante de vida y muerte, de vidas podridas por el poder, enmarañadas en sus propios monólogos, en sus propios vacíos, donde cada uno de nosotros vive su propio cuento.


Publicado en La Prensa, Managua, 10 de marzo, 2012

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